con vestido nuevo

Estuve de compras hace meses…decidí que por año nuevo era momento de renovar algo de mi guardarropa…

Me di cuenta de que no uso vestidos muy seguido, así que definitivamente esa era la prenda que debía agregar a mi closet en esta oportunidad.

Gracias a la manía de mis abuelos y mis padres de salir arregladitos de casa asi fuera para comprar el pan, crecí aprendiendo inventar, probar, combinar  y poder decir “no, esta ropa conmigo no va” sin dejar de poner a veces mi toque personal...y hoy puedo entender perfectamente que hay ropa que ya no me queda bien y no por lo que digan los demás sino porque a mí no me gusta

Con este claro, me dirigí con mi hermana mayor, que  (asumo que porque me ve con ojos de cariño), me ve bien, mientras yo me veo como un pipote…Cuando salgo de tiendas creo que esos espejos están hechos a propósito así, para que no te creas más bonita que nadie y sigas probandote y probandote ropa hasta que encuentres algo…honestamente rara vez me veo con agrado en esos probadores: la ubicación del espejo, la luz, el calor…en fin

Sin embargo, ese día me levante de buen ánimo, llegue a un local que una amiga me había recomendado y ciertamente no salí defraudada…no solo la ropa era mi estilo, sino que el señor que atiende el local fue tan honesto conmigo que hasta el calor del probador no me disgustó.

Nos encontramos en la puerta del local y luego del respectivo saludo de  “buenos días” me permitió ingresar. Al comenzar a hablar me di cuenta de que  no me vio con cara de “estas loca” cuando le comenté que quería un vestido y que además lo quería corto…Usualmente l@s vendedor@s, sobre todo las mujeres, son bien lapidarias cuando el ó la cliente que va a la tienda dice algo que para ellas es un disparate. Así que arrancamos con el pie derecho.

Empezó a sacar algunos vestidos muy bonitos que (esta vez  fui yo la que le veía incrédula) colocaba en los percheros…me empecé a preguntar “como él pensaba que esos vestidos cortos y de talla  más pequeña de la que acostumbro a usar desde hace 3 años, podían entrar en mi cuerpo”, pero siguió diciéndome como este modelo me iba a quedar, como aquel modelo se me vería, sin importarle mi cara.

Con la ayuda de mi hermana y mi tímida opinión seleccionamos 6 piezas, pero él era tan entusiasta que en verdad el hecho de tener que medirme esa cantidad de vestidos no me molestó en lo absoluto…seguíamos conversando acerca de telas, colores y modelos y cuando me los entregó  para pasar al probador, me dijo con toda la sinceridad del mundo: “ya verás que te van a quedar bien, porque no estás gorda”…con ese comentario quien no se podría animar a probar 6 piezas a pesar del calor?

Una vez adentro busqué las etiquetas de los vestidos y en ese momento recordé a LM, porque él dice que casi siempre le busco las cinco patas al gato, y fiel a ese concepto, llegue a pensar “no será que  las cambia como estrategia para que sus clientas nos sintamos bonitas y colocaba tallas S en modelos  que en realidad son talla M?”...pero no, resulta que en verdad al tener las piezas en mis manos quedaba claro por el tamaño, que coincidían las etiquetas con lo que se veía.

Comenzó mi via crucis, ya preparada mentalmente a decepcionarme como siempre cuando tomo una pieza que en el gancho ó el maniquí se ve maravillosa y al ponérmela yo parece que se distorsiona, pero increíblemente, cada pieza que seleccionamos  ese día lejos de disgustarme, me sorprendía! La mayoría de los vestidos  encajaban en el cuerpo, disimulaban algunas áreas y hacían aparecer otras que estaba casi segura no poseía y para comprobar que no era una ilusión óptica del espejo del probador, salía a preguntarle a mi hermana, al señor dueño de la tienda que me estaba atendiendo y hasta alguna cliente que en ese momento se encontraba en el local.

Resultado: ellos confirmaban lo que yo veía en el espejo: si alguno no me gustaba todos coincidían conmigo y si me parecía que me quedaba bien a ellos les parecía que me quedaba fabuloso.

Al final salí de allí con un nuevo vestido, pero sobre todo con la moral en alto, no pensé que el gimnasio, mis controles en la comida, y  mi por fin alcanzada paz interna casi casi permanente, me hubiesen ayudado tanto.

Me di cuenta de que la mayoría de las veces el crítico más severo que tienes eres tú mismo, que puedes auto sabotear un buen momento ó una buena etapa en tu vida, solo porque nunca estas conforme con lo que eres ó como te ves…y lo diferente y mejor (o a veces peor) que te pueden ver los demás.

La no conformidad es buena, porque te permite seguir aprendiendo, seguir mejorando…lo que no es adecuado es que te obsesiones y no valores cada pequeño logro por pretender ser perfect@.

Este nuevo año de vida, lo comencé recibiendo el cariño de muchísima gente, de muchas personas que no me imagine pero también con el cariño que yo misma merezco darme, porque he logrado muchas cosas buenas que se hay días que no me parecen gran cosa pero forman parte de mi vida y de mi historia.

Recién vi una película hermosa llamada “esplendor en la hierba” inspirada en un poema de William Wordsworth y sobre la que le escribí  a LM …el poema dice “nada nos devolverá los días del esplendor sobre la hierba, pero nos recordaremos y fortaleza hallaremos en lo que nos queda” y lo que le escribí a LM dice que el mensaje de la película es que a lo mejor lo que soñaste, lo que querías, no lo tendrás, lo que viviste no volverá, pero lo recordaras y lo que te haya dejado todo eso te servirá para ser más fuerte y seguir adelante…

Por eso es importante aceptarse cada día, valorar tu esplendor: lo que eres, lo que vives, lo que tienes; quererte y respetarte para que cuando algo no salga como quieres, cuando el tiempo pase, no te sientas mal ni frustrado, sino que recuerdes todo lo bueno, todo lo que has logrado, saques fuerza de allí y continúes adelante…con ese pensamiento, juro, que mañana vuelvo al gimnasio.