sábado, 19 de abril de 2014

Mujeres como yo...

Hay mujeres como yo que descubrimos cosas más tarde que otras, a pesar de ser amantes de la tecnología.
 
Quizás el término correcto no es descubrir sino comprobar o aceptar con el paso del tiempo, cosas que quizás otras creen o se atreven a probar y comprobar antes que nosotras.

Por ejemplo, hay una edad en la que finalmente aceptamos y entendemos  que aunque en la adolescencia hayamos sido talla XS no volveremos a serlo del todo y entendemos que esto podría pasar si tienes una genética increíblemente generosa o quizás si te operas.

Así que cada día vamos entendiendo lo dañino del azúcar, que ya no digerimos esas papas fritas igual que hace 1 año atrás y que si, hay que comer mejor y hacer muuucho ejercicio porque la vida es un constante cambio, todo cambia y casi siempre para bien, aunque también para mal.
 
Otra de las cosas que  muchas mujeres como yo aprendemos, es la necesidad e importancia de dejarnos guiar…dejarnos guiar por los expertos, por los que saben y quieren lo que hacen, porque esas personas sabrán entender que estas buscando mejorar y ser tan buenas como ellas y entonces querrán compartir contigo de buena gana y sin egoísmo para que al final sepas tanto o más, porque esa es la finalidad de aprender y por supuesto de enseñar y estas personas que están para guiar, lo saben. Algún día nosotras también guiaremos a alguien posiblemente cuando y a quien menos lo esperemos.
 
Las mujeres como yo aprendemos que el tiempo siempre, siempre, es un gran aliado…que nos ayuda a olvidar, a superar, a entender que reírnos y llorar son emociones y que tenerlas es normal, natural, que son sinónimo de que estamos vivas por dentro y no de que somos solo unas “emo”.
 
 
Aprendemos que no nos gustan las etiquetas, que solo son una clasificación que algunos ponen, quizás una advertencia, pero no son una regla. Así como sucede con las que le ponen a la ropa: aquellos que las colocan en ella, también a veces se equivocan, porque te dicen que no la planches o no la metas en la secadora y por olvido vamos, lo hacemos y no pasa nada, todo sigue igual.
 
Las mujeres como yo aprendemos que juzgar o emitir un juicio solo porque antes nos encontramos con algo/alguien parecido y no nos fue bien, no tiene sentido y que quienes lo hacen como norma pueden ser tan absurdos/as…
 
Que es mejor observar, esperar y decidir, con el corazón o el cerebro, pero es una decisión personal sobre la que nadie debe opinar. Nadie debe decirnos como es sutano(a) o fulano(a), merecemos experimentar, alegrarnos o decepcionarnos por nuestra cuenta pero también tener a alguien cerca para que después podamos contárselo.

Aprendemos que no todos los hombres son iguales, ni las mujeres tampoco, que podemos tener padres maravillosos e igual a veces no aguantarlos. Que tener hijos es un sueño y un deseo que si tenemos pero que a veces no se puede realizar de inmediato ó no es prioridad en ese momento y que no está mal que nos pregunten el por qué y pacientemente explicárselos.
 
Aprendemos que estar solas por mucho tiempo (no días o meses sino años) genera curiosidad en la gente ya sea porque estemos así por decisión propia o porque el destino aun no nos hace coincidir (o quizás nunca lo hará) con la persona que queremos, esperamos, merecemos ó deseamos y eso no está mal.
Aprendemos que el estado ideal para “estar” es el que nos haga sentir mejor y no el que pauta lo que algunos llaman la sociedad.
Hemos sentido la molestia de alguien inoportuno e insistente que no queremos o necesitamos en nuestras vidas… y cuanto los hemos criticado… y sin darnos cuenta a veces pasamos a ser eso que tanto detestamos y es feo darse cuenta de lo inadecuadas que podemos ser. Entonces entendemos que nunca más deberíamos volver a tratar mal a alguien que comete ese error, porque casi siempre todos cuando nos ilusionamos, nos enamoramos, estamos expuestos y somos vulnerables…no es necesario ir por allí haciendo daño.
 
 
Las mujeres como yo aprendemos que una canción que nos recuerda a alguien y suena de repente, es solo eso: una canción que nos recuerda a alguien y ya.
 
Que si ellos no nos llaman, no es porque les pasó algo malo, no tienen tiempo o perdieron el número, sino porque no se atreven ó no les interesamos, aunque nos duele aceptarlo…
 
Si, creemos que las excepciones existen, pero también seguimos con los pies en tierra firme, aunque en el fondo sigamos soñando.
 
Aprendemos que una conversación sincera, vale más que muchos objetos.
 
Las mujeres como yo aprendemos a reírnos alto de la crítica, de la homogeneidad de los géneros e incluso de los que se ríen de nosotras, pero no de los que se rien con nosotras…Nos reímos de los que nos llaman feministas o machistas. De los que nos miran por encima del hombro o de los que no nos aceptan por ser locuaces, espontaneas un momento y en otros permanecer calladas, absortas en nuestros pensamientos.
 
Entendemos que hay reglas que son para respetar a los demás y otras solo para censurar, y que cada quien puede definir cuales usar en su propio juego.
Y lo que más me gusta de ser una mujer como yo es que aprendemos que todos los días, seguimos aprendiendo.