Hay
mujeres como yo que descubrimos cosas más tarde que otras, a pesar de ser amantes de la
tecnología.
Quizás el término correcto no es
descubrir sino comprobar o aceptar con el paso del tiempo, cosas que quizás otras
creen o se atreven a probar y comprobar antes que nosotras.
Por ejemplo, hay una edad en la
que finalmente aceptamos y entendemos que aunque en la adolescencia hayamos sido
talla XS no volveremos a serlo del todo y entendemos que esto podría pasar si
tienes una genética increíblemente generosa o quizás si te operas.
Así que cada día vamos
entendiendo lo dañino del azúcar, que ya no digerimos esas papas fritas igual
que hace 1 año atrás y que si, hay que comer mejor y hacer muuucho ejercicio
porque la vida es un constante cambio, todo cambia y casi siempre para bien,
aunque también para mal.
Otra de las cosas que muchas mujeres como yo aprendemos, es la necesidad e importancia de dejarnos guiar…dejarnos guiar por
los expertos, por los que saben y quieren lo que hacen, porque esas personas sabrán
entender que estas buscando mejorar y ser tan buenas como ellas y entonces querrán compartir contigo de buena gana y sin egoísmo
para que al final sepas tanto o más, porque esa es la finalidad de aprender y
por supuesto de enseñar y estas personas que están para guiar, lo saben. Algún día
nosotras también guiaremos a alguien posiblemente cuando y a quien menos lo
esperemos.
Las mujeres como yo aprendemos
que el tiempo siempre, siempre, es un gran aliado…que nos ayuda a olvidar, a
superar, a entender que reírnos y llorar son emociones y que tenerlas es
normal, natural, que son sinónimo de que estamos vivas por dentro y no de que
somos solo unas “emo”.
Aprendemos que no nos gustan las
etiquetas, que solo son una clasificación que algunos ponen, quizás una
advertencia, pero no son una regla. Así como sucede con las que le ponen a la
ropa: aquellos que las colocan en ella, también a veces se equivocan, porque te
dicen que no la planches o no la metas en la secadora y por olvido vamos, lo
hacemos y no pasa nada, todo sigue igual.
Las mujeres como yo aprendemos
que juzgar o emitir un juicio solo porque antes nos encontramos con algo/alguien
parecido y no nos fue bien, no tiene sentido y que quienes lo hacen como norma
pueden ser tan absurdos/as…
Que es mejor observar, esperar y
decidir, con el corazón o el cerebro, pero es una decisión personal sobre la
que nadie debe opinar. Nadie debe decirnos como es sutano(a) o fulano(a),
merecemos experimentar, alegrarnos o decepcionarnos por nuestra cuenta pero también
tener a alguien cerca para que después podamos contárselo.
Aprendemos que no todos los
hombres son iguales, ni las mujeres tampoco, que podemos tener padres
maravillosos e igual a veces no aguantarlos. Que tener hijos es un sueño y un deseo que si tenemos pero que a veces no se puede realizar de inmediato ó no es prioridad en ese momento y que no está mal que nos pregunten el por qué y
pacientemente explicárselos.
Aprendemos que estar solas por
mucho tiempo (no días o meses sino años) genera curiosidad en la gente ya sea porque estemos así por decisión
propia o porque el destino aun no nos hace coincidir (o quizás nunca lo hará) con
la persona que queremos, esperamos, merecemos ó deseamos y eso no está mal.
Aprendemos que el estado ideal para “estar” es el que nos haga sentir mejor y no
el que pauta lo que algunos llaman la sociedad.
Hemos sentido la molestia de
alguien inoportuno e insistente que no queremos o necesitamos en nuestras vidas…
y cuanto los hemos criticado… y sin darnos cuenta a veces pasamos a ser eso que
tanto detestamos y es feo darse cuenta de lo inadecuadas que podemos ser. Entonces entendemos que nunca más deberíamos volver a tratar
mal a alguien que comete ese error, porque casi siempre todos cuando nos ilusionamos,
nos enamoramos, estamos expuestos y somos vulnerables…no es necesario ir por allí
haciendo daño.
Las mujeres como yo aprendemos
que una canción que nos recuerda a alguien y suena de repente, es solo eso: una
canción que nos recuerda a alguien y ya.
Que si ellos no nos llaman, no es porque
les pasó algo malo, no tienen tiempo o perdieron el número, sino porque no se atreven ó no les
interesamos, aunque nos duele aceptarlo…
Si, creemos que las
excepciones existen, pero también seguimos con los pies en tierra firme, aunque en el fondo sigamos
soñando.
Aprendemos que una conversación sincera, vale
más que muchos objetos.
Las mujeres como yo aprendemos a reírnos
alto de la crítica, de la homogeneidad de los géneros e incluso de los que
se ríen de nosotras, pero no de los que se rien con nosotras…Nos reímos de los
que nos llaman feministas o machistas. De los que nos miran por encima del
hombro o de los que no nos aceptan por ser locuaces, espontaneas un momento y en
otros permanecer calladas, absortas en nuestros pensamientos.
Entendemos que hay reglas que son
para respetar a los demás y otras solo para censurar, y que cada quien puede
definir cuales usar en su propio juego.
Y lo que más me gusta de ser una
mujer como yo es que aprendemos que todos los días, seguimos aprendiendo.